En el reino de Qi había una muchacha bellísima con numerosos pretendientes. Entre los galanes que pidieron su mano se destacaban dos muchachos: el primero, muy rico, pero horrible en demasía, habitaba al este; guapo el segundo, pero muy pobre, vivia en la zona oeste.
Ambos fueron a la casa de la joven el mismo día y, ante el dilema, los padres preguntaron a la chica con quién quería casarse. Iba a responder algo la muchacha pero se detuvo. Entonces, el padre le dijo:
- Hija mía, si por timidez no te atreves a hablar, podemos emplear otro sistema para entendernos. Si prefieres al joven del este levanta la mano derecha y si quieres al joven del oeste, levanta la mano derecha.
Sin vacilar la bella levantó ambas manos y los padres quedaron perplejos.
- Pero hjita, explicanos tu idea, no entendemos.
Con dulzua la hermosa muchacha contestó:
- Padre, el hombre del este es adinerado pero feo; por el contrario, el pretendiente del oeste es hermoso pero pobre. Yo quiero casarme con el primero para comer en su casa y quiero casarme con el segundo para dormir en la suya. Así la vida sería ideal.
Al escucharla, los padres no sabían si llorar o reír
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